Pastoral Vocacional


LA CRISTOLOGIA DE LA VOCACIÓN


En el tema anterior hablábamos sobre la “antropología de la vocación”, es decir de manera práctica, que la pastoral vocacional debe en cuenta a la persona humana a la cual se dirige y en todas sus dimensiones. Ahora, trataremos sobre la “cristología de la vocación”.

Hay que aclarar, aunque sea evidente, que la perspectiva cristológica no es una alternativa a la visión eclesiocéntrica, sino la raíz y el alma que confiere a los demás modelos su pleno contenido y significado. También hay que decir que la centralidad de Cristo está de alguna manera presente en todos los documentos de la Iglesia, aunque no sea desarrollado en forma explícita, como GS 10, que habla de Cristo como respuesta a la suprema vocación y cima de toda la historia humana, pero sin sacar las debidas consecuencias en clave vocacional, u otro documento del 1992 que dice “al primer puesto está siempre la fascinación ejercida en los jóvenes por la persona de Cristo, por su estilo de vida y por su secuela radical”.

MOTIVACIONES:

Nos preguntamos: ¿qué motivaciones tenemos para centrar nuestra atención y reflexión del misterio vocacional en la persona de Cristo Jesús, “comenzando desde Cristo”?

Ponemos en relieve tres motivaciones:

a)    La identidad cristiana como vocación a, de y en Cristo Jesús.

La primera razón para una formalización del modelo cristocéntrico se fundamenta sobre la misma identidad de la existencia cristiana como vocación a Cristo, la vocación de Cristo y la vocación en Cristo. Está en este único fundamento la atracción decisiva del cristianismo. La fe cristiana es una persona: es el encuentro con la persona de Jesús. “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (Benedicto XVI, Deus Caritas est, n. 1). Y el discurso vocacional es ante que nada un discurso de anuncio: El anuncio vocacional es antes que nada un problema de propuesta de fe cristiana, una propuesta que sea en grado de afirmar la plenitud del misterio de Cristo Jesús y de proclamar que solo Él es la respuesta a los grandes interrogantes de la vida. “La Iglesia cree que Cristo resucitado da al hombre, mediante el Espíritu, la luz y la fuerza para responder a su suprema vocación... Cree encontrar en su Señor y Maestro la clave, el centro y el fin de toda la historia humana” (GS 10).

Esta es la visión cristológica que hay que descubrir y que hay que conjugar con la necesidad de responder a las expectativas de la cultura actual.

De hecho, la propuesta cristiana, ofrecida a través de valores morales o de mandamientos y reglas, o de rituales, no aparece atractiva a la mayoría, especialmente jóvenes... ¿Es sólo mala voluntad o atrás hay un problema de presentación del mensaje? Creemos que el fenómeno está directamente unido a la presentación de un cristianismo infantil, separado de la vida y de la cultura, incapaz de atraer a los jóvenes e involucrarlos de manera “fascinante”. Si esto es verdad, no es suficiente hablar de vocación en una perspectiva eclesiológica; hace falta centrar el anuncio vocacional en clave cristológica, con el anuncio de Jesús de Nazareth, como el Señor y el Maestro.

Sólo de esta manera se puede ofrecer una convincente propuesta vocacional.

b)    La vocación como historia de amor con Cristo

La segunda razón está en la misma naturaleza de cada vocación cristiana como historia de amor con Cristo Jesús: un encuentro de amantes, un encuentro nupcial, de contemplación amante e de discipulado que se hace experiencia de amistad profunda, de amor acogido, vivido y donado hasta sentir la propia vida como un don que hace falta re-donar. No existe vocación que no sea una historia de amor recibido, experimentado y donado.

c)    Responder a las necesidades del entorno contemporáneo:

Poner Jesús al centro del misterio y del anuncio vocacional se une perfectamente con la necesidad de responder a las inquietudes del entorno de nuestros días.

Nuestras comunidades parroquiales están frecuentadas por niños y ancianos… la mayoría de jóvenes y de población activa está ausentes o no se identifica con nuestra praxis pastoral y nuestras homilías o catequesis.

Seguramente no es solo mala voluntad de la gente… quizás el problema radica también en nuestra forma y contenidos de anuncio. Por ejemplo, ¿por qué muchos jóvenes prefieren otros cultos y no se identifican con nuestra propuesta cristiana? Quizás porque nuestro anuncio está aislado de las expectativas de nuestros jóvenes, quizás nuestra catequesis es demasiada moralizante y poco atractiva, llena de reglas y ritos, y con poca fuerza de encuentro personal… Creo que la fascinación de Jesús no ha perdido nada de su atractivo y los jóvenes de nuestras comunidades sienten la necesidad de encontrar un Modelo de vida en Jesús… La persona de Cristo tiene que volver a ser el centro de la fe, como encuentro con una persona que tiene el secreto de la vida, y tiene en sí las respuestas que el joven busca…es un hecho que el rostro, la persona de Jesús y su estilo de vida atrae a los jóvenes…

El modelo de “Pastores dabo vobis”: La exhortación del hoy beato Juan Pablo II ofrece líneas indicativas muy centradas en la persona de Jesús, con 4 grandes iconos:

*El icono de Jesús que pasa y llama: este gesto es leído como ejemplo recurrente del misterio de cada vocación: “La Iglesia, como comunidad de discípulos de Jesús, es llamada a fijar la mirada en esta escena que se renueva continuamente en la historia de las personas… La Iglesia ve en esta escena el “evangelio de la vocación”, el paradigma, la fuerza y el impulso de toda su pastoral vocacional” (n. 34).

El icono de la Trinidad como fuente y modelo de la Iglesiacomo comunidad de llamados, convocados al seguimiento de Cristo. “La Iglesia no solo acoge en sí todas las vocaciones que Dios le regala en su camino, sino ella misma se configura como misterio de vocación (mysterium vocationis), como luminoso reflejo del misterio de la Santísima Trinidad” (n. 35).

El icono de la vocación de los Doce en el monte: la historia de toda vocación cristiana, y en especial de la vocación consagrada, es “un diálogo inefable entre el amor de Dios que llama y la libertad del hombre que responde a Dios en el amor”. “Subió luego al monte y llamó a los que quiso y ellos empezaron a andar con Él” (Mc. 3,13).

El icono de la oblación total y libre de Jesús en la cruz: Juan Pablo II recordaba la vocación como “la voz humilde y penetrante de Cristo que dice, hoy como ayer, Ven. La respuesta libre del hombre encuentra su modelo incomparable y su motivación en la oblación libérrima de Cristo Jesús, el primero de los llamados, a la voluntad del Padre: He aquí que vengo, Padre, para hacer tu voluntad” (n. 36).

Los cuatro iconos constituyen un camino único y orgánico, cristológico – trinitario –eclesial, para una profundizada reflexión teológica vocacional.
“Quien lleve a Jesucristo, única respuesta verdadera, a esta generación, deberá estar sólidamente armado él mismo y haber encontrado en Cristo no sólo la luz sino la fuerza: la verdadera razón de vivir, el verdadero modelo de humanidad a seguir, el Salvador con quien vivir en comunión y a quien hay que "ayudar", según la expresión tan familiar a Santa Teresa de Ávila” (Sagrada Congregación para la Educación Católica, Carta circular sobre algunos aspectos más urgentes de la formación espiritual en los seminarios,   Roma 1980).

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