jueves, 18 de abril de 2013

APORTE VOCACIONAL


LA ANTROPOLOGÍA DE LA VOCACIÓN

Antes de iniciar la comprensión del tema “La antropología de la vocación”, tomemos como ejemplo dos textos bíblicos vocacionales y procedamos a un breve análisis en torno al destinatario humano de la llamada divina.

San Lucas 1, 26-38
San Lucas 5, 1-11

Como hemos observado, Dios se dirige a un ser humano, tiene en cuenta su contexto y situación personal-social, lo elige y le presenta su plan, para que lo ejecute en su estado de vida, en su vocación particular.

Entonces, ¿qué significa la palabra “antropología”? La Antropología (del idioma griego: νθρωπος anthropos, 'hombre (humano)', y λόγος, logos, 'conocimiento', ‘estudio’, es decir, es el estudio del hombre, del ser humano.

«Es imposible unirse a Cristo como Señor y Salvador si no se comprende que hemos sido creados a imagen de Dios» (Flick­ Alszeghy, 1999). La pastoral vocacional, que pretende promo­ver una respuesta cada vez más adecuada y ma­dura de la persona a la llamada de Dios en Cris­to, debe estar siempre atenta a integrar, lo más eficazmente que pueda, la propuesta de vida que viene de Dios y la situación existencial de la persona a quien se dirige esa propuesta.

Esta integración no podrá consistir en una especie de adaptación mínima de la propuesta de vida en Cristo, asimilándola a las situaciones más o menos difíciles del sujeto (cf. VS 30ss), sino en ayudarle primero a descubrir la adecuación hu­mana de la propuesta cristiana, a reencontrar su verdadera y única imagen (la fe nos dice que es la única propuesta adecuada a la persona huma­na integralmente considerada), y luego a prepa­rarse para vivirla en Cristo cada día con más decisión y mediante una entrega total a él.

Para conseguir dichas metas, la pastoral vo­cacional necesita tener una clara antropología cristiana de referencia, capaz de integrar todos los conocimientos útiles acerca de la persona, procedentes no sólo de la revelación y de la re­flexión teológica, sino también de las ciencias humanas.

Se necesita una antropología de la vocación cristiana que permita comprender y objetivar las dinámicas de la persona que se acerca a la vida vocacional consagrada o simplemente a la vida cristiana. (Rulla, 1994).

Los puntos que deben abordarse en la antropología vocacional, son los siguientes:
1.    Antropología y vocación
2.    Orientación de la persona al fin
3.    El sentido de la vida
4.    La unidad de la persona
5.    Dialéctica antropológica básica
6.    La libertad
7.    Dimensión social de la persona
8.    La persona, llamada a una continua conversión

ANTROPOLOGÍA Y VOCACIÓN

Vocación es el término clave de la antropología cristiana. La vida humana se debe concebir como vocación, pero, para que esto sea posible, hay que profun­dizar en dos aspectos:

a) La llamada de Dios en Cristo, que cono­cemos por la revelación, por los textos del ma­gisterio eclesiástico que la interpretan con au­toridad y por la reflexión teológica.

b) Las disposiciones humanas que condicio­nan la recepción de esa llamada y la respuesta a ella: inteligencia, libertad, pecado, responsabili­dad, conciencia. En la primera parte de la Gau­dium et spes, el concilio Vaticano II señala las ventajas de este segundo aspecto. Y recomienda que se conozcan suficientemente las ciencias humanas para llevar a los fieles «a una vida de fe más pura y más madura» (OS 62).

La antropología teológica, que investiga el proyecto de Dios sobre la persona, ha de tener en cuenta las situaciones humanas específicas que influyen en el “si pueden” y en el «cómo pueden» las personas recibir y entender el men­saje revelado.

La antropología de la vocación debe tener en cuenta los datos empíricos y exis­tenciales que proporcionan las ciencias humanas y que permiten conocer mejor las disposiciones que posibilitan u obstaculizan la respuesta del hombre a Dios (Manenti, 1987).

El estudio de las disposiciones humanas im­plica que se considere también la motivación del hombre. Una respuesta existencial y libre a Dios supone que en la motivación de la acción humana haya un punto de contacto entre la lla­mada y la respuesta. Únicamente de esta forma se puede concebir la libertad humana en la res­puesta a la vocación de Dios. El motivo que lle­va al seguimiento según la voluntad de Dios no puede ser otro que el amor desinteresado e in­condicional a él (cf. Mt 22, 37-40), un amor exento, en lo posible, de motivaciones utilita­rias y defensivas.




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