FORMACIÓN DE LAS CAPACIDADES Y LOS HÁBITOS
INTELECTUALES
La
formación intelectual no se reduce al cumplimiento de un currículum académico.
Además de adquirir ciertos conocimientos, el alumno debe potenciar y afinar sus
capacidades intelectuales, y lograr aquellas disposiciones u hábitos que harán
del estudiante una persona intelectualmente madura. El maestro, debe tener en
cuenta siempre la dimensión interior del alumno cuando piensan en la formación
intelectual. Al dar una clase, el maestro no debe contentarse con que el alumno
asimile unos conocimientos. Lo principal es que desarrolle su capacidad de
adquirirlos y de manejarlos eficazmente. El enfoque y estilo que se dé a la
enseñanza y al estudio puede influir notablemente sobre la maduración de la
inteligencia, la memoria, la imaginación, etc.
Es
importante también que los maestros se preocupen por ayudar al alumno para que
vaya forzando ciertas disposiciones y actitudes que harán de él un estudiante
intelectualmente maduro. Luego, si no se logra que tomen una actitud positiva y
responsable ante el deber de formarse intelectualmente, su inteligencia,
memoria, imaginación y todas sus
cualidades, por muy brillantes que sean, quedarán inútilmente sepultadas.
Es
preciso, por tanto, saber motivar, orientar, incentivar continuamente a los
estudiantes. Hay que lograr que quieran de verdad estudiar, aunque no les
agrade naturalmente el estudio.
No sólo, es también necesario que a base de
esfuerzo y dedicación continua lleguen a formar buenos hábitos de vida
intelectual: que sepan concentrarse rápida y establemente en la lectura de un
libro, que puedan seguir activamente una clase o una conferencia, etc. Esos
hábitos, además de producir ubérrimos frutos, serán la mejor garantía de que la
formación se está asimilando y por tanto, el seguir preparándose para el futuro
será su más grande reto.