lunes, 30 de julio de 2012

Substancia de la Espiritualidad Cristiana.


LA ESPIRITUALIDAD CRISTIANA: SU SUBSTANCIA



A lo largo de la historia de la reflexión teológica de la Iglesia, muchos han sido los tratados que sobre la espiritualidad se han escrito y que, aún hoy, se siguen escribiendo. La espiritualidad ha sido objeto tanto de reflexión teológica cuanto más de vida fructuosa en santidad. En efecto, vana sería una reflexión de tipo teorética sobre la espiritualidad si ésta no desemboca en una clara transformación de vida que dé frutos abundantes de santidad.

Si nos preguntamos cuál es la espiritualidad cristiana, y, mejor dicho, la espiritualidad católica, nos encontraremos con un mar de respuestas tan variadas y diversas cuanto son las personas. Porque, efectivamente, no hay un “sistema” para hacer santos; un vistazo a la historia nos gritará que tantos “sistemas” de santidad ha habido cuantos santos se han sucedido a lo largo de la historia.

Sin embargo, debemos afirmar que, si consideramos la substancia de la espiritualidad cristiana, es una sola: la santidad, la participación en la vida divina trinitaria. Valga lo mismo para los medios fundamentales para crecer en ella: oración, liturgia, abnegación, ejercicio de las virtudes bajo el imperio de la caridad. En este sentido, como dice el Vaticano II, «una misma es la santidad que cultivan, en los múltiples géneros de vida y ocupaciones, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios» (LG 41a). «Todos los fieles de cualquier estado y condición están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad» (40b). Y en el cielo, una misma será la santidad de todos los bienaventurados, aunque habrá diversos grados.
La unicidad de la espiritualidad cristiana nace y se fundamente en la llamada universal a la santidad, pero la concreción de ella se hace en cada persona particular que la hace operante con su libre y personal respuesta. Y es por esto que encontramos tan “diversos” santos, cada uno con su estilo propio, pero que, aun siendo tan diversos, conservan  un único punto de unión: su unión con el Dios Uno y Trino, unión que no es cerrada ni exclusiva, sino que se realiza en el seno de la Iglesia, se alimenta en la fuente sacramental y se hace acción en el prójimo.

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Dc. Reynaldo Antonio Rivas